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Turismo - Conociendo Puebla de los Ángeles

Desde la fundación de la Ciudad en 1531, se destinó para Casas Consistoriales o Ayuntamiento, pues aquí "se ayuntaban las autoridades para lo que fuera menester". La edificación original sufrió varias modificaciones; en 1704 fue demolida y reedificada con una airosa arquería de dos niveles. Hacia 1897 se encargó un nuevo proyecto al Arq. inglés Charles T.S. Hall quien lo diseño en estilo isabelino inglés, concluyéndose la obra en 1906.

Destaca el elegante patio de doble arcada. La escalinata majestuosa de mármol, los vitrales alegóricos a la ciudad y sobre todo, el gran salón de Cabildos, de estilo renacimiento, con pinturas del artista Herrera Gutiérrez.

Ahí presiden las dos cédulas reales: la que le otorga el título de Ciudad a la Puebla de los Ángeles y otra que le confiere su propio escudo de armas. Alberga en la fachada una réplica del "Esquilón San José", obsequio del entonces Presidente de la República, Lic. Adolfo López Mateos, que se tañe cada 15 de septiembre, durante la ceremonia del "Grito de Independencia".

Actualmente funge como Palacio Municipal.

El palacio del ayuntamiento o municipal debe ser considerado como símbolo emblemático del poder civil que en contraposición al poder espiritual de la iglesia nos recuerda la temporalidad y finitud de la presencia del hombre.
El Palacio Municipal se encuentra en el corazón de la ciudad, justo frente al zócalo y la Catedral. El edificio está enmarcado por el portal Hidalgo, que es el más antiguo de los tres que forman el zócalo.
El lugar que ocupa el edificio ha sido desde la fundación de la ciudad en el siglo XVI, el mismo que desde un principio se destino para albergar las “casas reales” o edificios del cabildo para un buen gobierno y administración de la ciudad, siendo al mismo tiempo sede de los tribunales de justicia, donde los alcalde mayor y ordinario actuaban como jueces de primera instancia y la cárcel, cumpliendo así con lo que marcaban las leyes indianas de que los pueblos tuvieran tres lugares públicos para el despacho de sus negocios: la casa de Cabildo o Consejo, la casa de la Audiencia y la cárcel.


Si bien en el trazado de la ciudad se reservo al Cabildo toda la manzana de la acera norte de la Plaza Pública, pronto fue autorizado el ayuntamiento por el virrey a vender la mitad de dicha manzana, volviendo a recuperar más tarde todas las accesorias del portal de esta acera y otras más que daban a las calles de Guevara, 1° de Mercaderes y la Alhóndiga en la calle de la Carnicería. Después de la ley de desamortización de bienes de manos muertas del 26 de junio de 1856, se vio el cabildo en la necesidad de volver estos bienes raíces que formaban parte de sus “propios”, conservando solo la mitad Oriente del Portal y la Alhóndiga. En 1536 se empezó a construir la primera casa municipal, consistiendo esta en tres salas de un solo nivel, una grande y dos pequeñas en los extremos, sumando sus dimensiones poco más de la cuarta parte del actual Palacio. La sala principal era la de Cabildo y tenía un estrado de piedra con su escalinata. Adentro estaba un claustro y por delante del edificio se encontraba el portal. Junto se hallaba la vivienda del alcalde mayor y al poniente del Cabildo se hallaba instalada la Audiencia y la cárcel; por detrás, en el sitio donde se construyo después la Alhóndiga, se ubico el Corral del Consejo (1546-1576).

MUSEO REGIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA

La intensa vida intelectual femenina que se originó durante el virreinato y hasta las primeras décadas del siglo XX, así como el papel social que desempeñaron las monjas hasta su última exclaustración en 1934, son abordados en la exposición Tras los muros del convento... dechado de virtudes, que se presenta en el Museo Regional de Puebla.
Compuesta por 97 piezas recientemente restauradas, procedentes del Museo de Arte Religioso de Santa Mónica, esta exhibición organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) busca reivindicar a esas mujeres que se dedicaron a la vida contemplativa, situación que dio origen a una vasta producción cultural y artística novohispana.
La finalidad de la vida religiosa; Orar y laborar; Custodia de Dios y de los santos, y Promotoras de imágenes, son los cuatro módulos en los que se divide esta muestra que ofrece una mirada fractal del quehacer cotidiano de las novicias agustinas que habitaron el Ex Convento de Santa Mónica.
Cecilia Vázquez Ahumada, antropóloga del Centro INAH-Puebla y co-curadora de la exposición, informó que tras varios años de investigación documental se ha logrado tener un mayor entendimiento de cómo fue la vida de las profesas, misma que no sólo se limitó a la oración, sino que durante la Colonia tuvieron una fuerte presencia social y cultural, que se tradujo en una incesante producción en los ámbitos de la literatura, la pintura, la escultura, la música, la gastronomía, la producción textil e incluso como promotoras políticas.
¿Esta exhibición es una muestra de lo que será el nuevo guión museográfico que se ha formulado a partir de esta investigación documental, y que forma parte del proceso de reestructuración integral del Museo de Arte Religioso de Santa Mónica?, explicó.
Coronas con las que se consagraban a la vida religiosa, óleos, tallas, canastillas espirituales, instrumentos musicales, objetos de loza mayólica y talavera, bordados, oraciones, recetas y documentos que dan cuenta de la situación que vivían las novicias durante la puesta en marcha de las Leyes de Reforma, son algunas de las piezas de los siglos XVII al XX que integran la colección.
Su papel como intermediarias entre Dios y los hombres, y el arquetipo del ser femenino durante el virreinato, son dos de los aspectos planteados en el primer apartado titulado La finalidad de la vida religiosa.
A su vez en el módulo titulado Orar y laborar, destaca que la tarea de las monjas no sólo se constriñó al rezo y a la elaboración de manualidades.
Aquí buscamos reivindicar a estas mujeres, a quienes dentro del sistema social se les catalogó como ¿seres que no producían cosas valiosas?.

Detrás había un trabajo intelectual. Por ejemplo para hacer un bordado no sólo se trataba de mover los dedos, sino que implicaba tener conocimientos de la estética, de las matemáticas, etc, comenta Vázquez Ahumada, quien conjuntamente con la restauradora Teresa Toca, formularon la propuesta y montaje de esta exposición temporal.
En esta sección se exhiben objetos recientemente restaurados en los talleres de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) y la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural, como un armonio y la caja de herramientas con las que hacían las flores que adornaban las coronas de consagración.
Hay canastillas espirituales, que consistían en prendas que simbólicamente servían para ofrendar algo. Por ejemplo, los zapatitos del Niño Dios representaban que ibas a dejar de comer chocolates porque es lo que más te gusta. Todas las ropas eran metidas en una canasta y se ofrecía, explica.
También se muestran textiles e instrumentos para costura, como agujas, bolillos y ganchos, así como bordados de frivolité, crochet, biselado con lentejuela y biselado con seda.

Asimismo, se exhiben oraciones mariológicas, cristológicas y ageográficas (para santos), novenas, mensajes chuscos y documentos políticos que hablan de lo que vivían durante los procesos de exclaustración.
El apartado Custodia de Dios y de los Santos, refiere sobre las funciones que realizaban las novicias para mantener en buenas condiciones el convento, además de la atención que debían tener hacia el sacerdote y los santos, a quienes les elaboraban sus atuendos. Aquí se muestra un copón o ciborio, una naveta, un misal romano y una custodia, entre otras piezas.
La exposición que concluye con el módulo Promotoras de Imágenes, también da cuenta del poder adquisitivo que tenían las religiosas como producto de los ingresos que percibían de las rentas de bienes raíces, y de las donaciones que recibían de la feligresía.
Lo anterior permitía a las monjas contratar a los artistas poblanos más importantes de la época virreinal para que pintaran o esculpieran imágenes que servían para adornar los claustros y espacios comunes.
MUSEO DE BELLAS ARTES

El Palacio de Bellas Artes es un edificio monumental, síntesis de la cultura mexicana del primer tercio del siglo XX que surgió con el Porfiriato y culminó con el triunfo de la Revolución. Adamo Boari fue el arquitecto italiano que el gobierno del Presidente Porfirio Díaz contrató para proyectar y construir un nuevo Teatro Nacional, que tuviera la categoría de la ópera de París, ya que la ciudad carecía de uno.
El proyecto empezó a realizarse en 1904. La cimentación primer tropiezo de la edificiación, una gran plataforma de concreto que no soportó el peso del edificio, teniendo como consecuencia su hundimiento, lo que vino a modificar la proporción ideada inicialmente.
El sistema constructivo fue el de la estructura de acero y concreto armado con recubrimiento de mármoles de Carara. El estilo adoptado por Boarí fue el de las formas ondulantes que imperaban en ese momento en Francia, el art nouveau. Sus fachadas forman un extraordinario conjunto blanco de pórticos columnados él principal coronado por un gran tímpano-loggias y ventanas, entablamentos y cornisas ramatado con una triple cúpula.
Este arquitecto se rodeo de artistas extranjeros para ejecutar su programa, la suma de esas colaboraciones le dio un sentido estilístico sui generis.
Leonardo bistolfi realizó el motivo central de la fachada principal. Las esculturas y relieves de La Armonía y los dos grupos que le flanquean. La música, a la izquierda, La Inspiración, a la derecha. Agustín Querol, Catalán, hizo los pegasos que sobre pedestales ornamentan hoy la plaza que antecede el edificio, pero que originalmente remataban el cubo que cubre el escenario.
Gianetti Fiorenzo diseñó los mascarones y motivos vernáculos de la ornamentación. El húngaro Géza Marotti proyectó el grupo escultórico de bronce que remata la cúpula y para la sala de espectáculos, el vitral del plafón Apolo y las Musas, el mosaico del arco del proscencio, arte teatral a través de las edades y el magnífico telón de cristal con el dibujo de los volcanes, realizado por la casa Tiffany de Nueva York con un millón de piezas de cristal opalescente. Alessandro Mazzucotli hizo las rejas de hierro y Luis Romero, mexicano, las ventanas, astabandas y las puertas laterales del escenario.
El espacio se compone de un vestíbulo, el gran hall, centro de distribución del edificio de proporciones monumentales que va cubierto por una triple cúpula de concreto recubierta con cerámica pintada y nervaduras revestidas de lámina de cobre; la sala de espectáculos con capacidad para 2035 butacas, tiene tribunas, plateas y palcos, el presidencial al centro, el Museo de Artes Plásticas que ocupa nueve salas y las galerías que unen los espacios abiertos hacia el gran hall, de las cuales son la Sala de Diego Rivera y la Sala Nacional con candiles de bronce y cristales despulidos, y maderas preciosas en pilares y parqué; la Sala Manuel M. Ponce para conferencias y conciertos de cámara; El Museo Nacional de Arquitectura que fue instalado en 1984 en la galería perimetral del último nivel y las oficinas del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Concluidas las obras en marzo de 1934 se entregó a la Secretaría de Educación Pública inaugurado por el Presidente Abelardo L. Rodríguez el 29 de septiembre del mismo año.
Dentro de su maravilloso acervo cultural se cuentan también importantes obras de pintores mexicanos. En el tercer piso: de José Clemente Orozco el mural al fresco Catarsis (1934); de Diego Rivera, El Hombre Universal y la Máquina (1934), fresco que reproduce el tema de su mural destruido en el Rockefeller Center de Nueva York; también de Rivera se conserva aquí el tríptico de tableros móviles realizados para el vestíbulo del Hotel Reforma (1836), cuyos temas son: La Dictadura, La Danza de Huichilobos y México Folklórico y turístico; David Alfaro Siqueiros representado por su tríptico (1945) La Nueva Democracia, Víctimas de la Guerra y Vìctimas del facismo, además, de los dos tableros (1950) con el tema del Mito de Cuauhtémoc y Cuauhtémoc Revivido.
En el segundo piso Rufino Tamayo pintó dos murales (1952 y 1953): Nacimiento de Nuestra Nacionalidad y México de Hoy. Guarda también el palacio otras tres obras murales: La Humanidad Liberándose, de Jorge González Camarena (1963), La Piedad, de Manuel Rodríguez Lozano, que procede de Lecumberri, y una alegoría que Roberto Montenegro pintó para la Escuela Nacional Preparatoria número 6 y que fue rescatada por el INBA.
MUSEO AMPARO
El Museo Amparo, es un museo que se encuentra en el Centro Histórico de Puebla de Zaragoza. El museo cuenta con un acervo de arte mexicano prehispánico, virreinal y contemporáneo. Abrió sus puertas el 28 de febrero de 1991 en el edificio del que fuera el primer hospital de la ciudad de Puebla. El museo pertenece a la Fundación Amparo (una institución cuya finalidad es realizar actividades de beneficio social, educativo y cultural1 ) y toma su nombre de Amparo Rugarcía de Espinosa Yglesias, esposa del banquero y filántropo

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